Resumen:
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Una buena historia se impone con la inmediatez de un relámpago. Esta lo es. Un miembro del modesto patriciado de Montevideo se convierte en baqueano del agreste campo oriental, conocedor de indios y paisajes, enredado en contrabandos y amores. Años más tarde se pone al servicio del Rey e ingresa como soldado de Blandengues, regimiento de la peligrosa frontera hispano-lusitana. Los cambios políticos acaecidos en España y en Buenos Aires le llegan cuando es capitán. Deserta y ofrece armas a la revolución de mayo de 1810. Pronto, es la cabeza visible de un movimiento revolucionario que durante nueve años sacude la otrora apacible Banda Oriental. Sitia a Montevideo, bastión de lealtad monárquica; libra batallas, convoca congresos, se rebela contra Buenos Aires, se convierte en un poder militar y político autónomo, atrae a otras provincias, proclama una república que insiste en la igualdad y las virtudes ciudadanas y amenaza con sentar un charrúa en el trono del poder, antes que acatar monarquía o poder extranjero alguno. Pero el centro de esta historia no es únicamente ese protagonista carismático que tanto ha concitado la atención de la historiografía uruguaya, sino también la masa anónima que, a la vez, lo conduce y sigue. En este libro, José Artigas y su tiempo están retratados en urdimbre: dejando saber que durante el Congreso de Abril llovió, que los ciudadanos allí acampados tenían hambre porque el agua caída había impedido carnear, a la vez que se brinda la reseña de los veinte artículos de las Instrucciones que emanaron del Congreso. Es un viaje al mundo material, ideológico y simbólico de la revolución. Se abren los cajones de los roperos familiares, cuando los escribanos de los bandos en lucha confiscan las casas del enemigo; se elevan misas en medio de los campos de batalla; se leen cartas íntimas, proclamas políticas, informes diplomáticos y tratados secretos; se acompañan ejércitos que huyen, que arrasan territorios a su paso, que celebran victorias o arrastran derrotas; se escuchan las escasas voces de mujeres y esclavos. Se entra en puntas de pie a Purificación, donde Artigas dicta a sus secretarios, mientras arden los fogones, suenan cascos, voces…
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