Resumen:
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Fue entonces que lo vio. El bonsái se movía. Lento. Con prudencia. Estribaba tallos, encogía brotes, sus hojas se desplazaban, su tronquito se torcía un poco. Eran movimientos casi imperceptibles, como la respiración de un animal, pero allí estaban. Y no se trataba del viento. Era el bonsái. La pierna le picó. Era la misma pierna donde había encontrado esa cicatriz en forma de cruz. Se rebeló contra las ganas de huir que le venían. Al revés, se inclinó hacia el bonsái y decidió levantarlo. Era su manera de lidiar con las cosas que le asustaban, siempre había sida así. En vez de alejarlas, las atraía
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